- Hacer una parada si se está haciendo el Transiberiano, una ruta mítica pero no apta para quien piense que va a viajar en uno de los vagones privados de los Zares de Rusia. En esta ciudad, el tren atraviesa uno de los puentes sobre el río Yenisey.
- Visitar la capilla de San Paraskeba, situada en una colina cercana a la ciudad. Se puede ver desde muchos puntos de la ciudad, y su imagen aparece en los billetes de 10 rublos. Antiguamente era un templo pagano.
- Alojarse en el Hotel Dom, un establecimiento de dimensiones modestas si lo comparamos con algunos monstruos de la época soviética. Algo espartano pero muy nuevo y limpio, con personal que habla inglés aunque sea a nivel supervivencia; tres cosas que no hay que dar jamás por sentadas en los hoteles rusos. Su restaurante es también muy recomendable y de precios correctos.
- Probar el caviar de salmón. El de esturión es escandalosamente caro (unos 100€ por 100 gramos), pero este es sensiblemente más barato y de producción local.
- Contemplar las casas tradicionales siberianas. Estas casitas bajas de madera, construidas alrededor de una enorme estufa-horno de obra, que suelen estar pintadas de azul, amarillo o verde, están distribuidas en varias zonas de la ciudad, y no están todo lo cuidadas que sería deseable. Algunas, no obstante, están habitadas, según se adivina por los visillos y el vaho de las ventanas.
- Comprobar cómo los comederos para pájaros silvestres son absolutamente necesarios en el clima siberiano. A pesar de las bajas temperaturas, carboneros, mirlos o gorriones buscan su sustento diario, y agradecen sobremanera la costumbre, casi obsesión, de colocar comederos en balcones, esquinas y patios de colegio.
- Vistar el museo etnológico de la región, edificio insólito porque está decorado como un templo egipcio.
- Otros lugares que visitar: uno de los omnipresentes centros comerciales rusos; la casa del comerciante Nikolai Godilow, y la iglesia de la Transfiguración.
- Observar lo que pasa cuando nieva durante meses: coches con serias abolladuras en la chapa; nieve que se acumula y se compacta en los lugares poco transitados; y muñecos de nieve helados y ennegrecidos.
- En nuestro caso, lo más importante y lo mejor que hemos hecho en Krasnoyarsk, y probablemente en nuestra vida, es ir a buscar a nuestro futuro hijo.
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Genial... 10/10 = :-)
ResponderEliminarDe todos los viajes raros comentados y expuestos por aquí (y son unos cuantos) y sin desmerecerlos de ninguna manera, hay que reconocer que es el viaje raro de más bello fin, n'est pas?
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